sábado, 18 de septiembre de 2010

Lucha ideológica municipal (I)


Por: Rolando Breña Pantoja

¡Hay que ideologizar las elecciones municipales! Increíble. Esta consigna, que podría fluir justificadamente de la izquierda, los socialistas o los comunistas, es uno de los últimos gritos de guerra de Lourdes Flores.

Para la derecha, a la que Flores representa, las elecciones municipales fueron siempre sacrosantamente vecinales: se debía elegir exclusivamente "al mejor vecino". La política, y más la ideología, deberían estar drásticamente al margen para no contaminar su esencia vecinal.

¿Por qué Flores, en un instante, ha hecho trizas todas las tradiciones, todos los conceptos, todos los argumentos de la derecha? Por "los tres motivos del oidor": por miedo, por miedo, por miedo. Por miedo a perder las elecciones.

¿Pero son suficientes los temores electorales para echar por tierra los principios? En la derecha neoliberal, sí; porque principios y valores son sólo medios, instrumentos, jamás fines superiores.

Pueden afirmar algo como verdad inconmovible hoy, mañana sostener lo contrario también como verdad indiscutible y, pasado, gritar otra verdad absoluta, distinta y contraria a las anteriores.

Las gentes pueden cambiar, qué duda cabe, ¿pero cambiar tanto en algunas horas sólo por temor a perder unas elecciones? Como parte del pragmatismo y el utilitarismo, la moral deja de existir como principio, como valor superior, para convertirse en elemento instrumental a los objetivos de lucro y ganancia; no son problemas de inmoralidad o doble moral, sino de inexistencia de moral. Es el carácter amoral de la derecha neoliberal, que hace de la moral un concepto funcional, subordinado, un camino cualquiera, fácilmente cambiable, intercambiable, desechable, utilizable para cualquier cosa justa o injusta, democrática o intolerante y arbitraria. Es algo así como un concepto "todoterreno", no importa si de su uso derive el bien o el mal para el resto, siempre que a ellos les sirva, les sea útil, les sea de provecho.

Es también una forma de corrupción, quizá la más peligrosa. Corrupción no puede ser sólo los actos tipificados en el Código Penal, sino también es corrupción el envilecimiento y la utilización de valores superiores de la humanidad para fines contrarios a sus esencias. A la larga, valores y principios, la conciencia en suma, se transforman en simples formas de sobrevivencia, de acomodo, de aprovechamiento, de objetivos subalternos. Se tornan en mercancía susceptible de oferta y demanda.

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